17 de septiembre de 2014

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Sergio Rozalén llevaba siete meses de periplo por África cuando decidió viajar a Nueva York para “sentar cabeza”. Después de meses de búsqueda, comenzó a trabajar como responsable de comunicación de la Red Internacional para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Red-DESC).

“Quería trabajar en algo de periodismo, de comunicación, de preferencia en una ONG. Cuando vine a Nueva York, un contraste absoluto con África, busqué algo que pudiera significar algo para los demás”, explica este antiguo voluntario periodista formado en la Universidad Complutense de Madrid, donde conoció la ONG Solidarios para el Desarrollo. Su experiencia de voluntariado en el programa de personas sin hogar no sólo le ha aportado una sensibilidad y una postura frente a la exclusión social; la persona de la Red-Desc que lo entrevistó llamó a Cristina Garrido, antigua compañera de voluntariado a quien había dado como referencia. “Tienes unos amigos que te quieren mucho, así que te damos el puesto”, le dijeron al contratarlo.

Cuéntanos sobre tu experiencia en la Red-DESC
La búsqueda fue larga y difícil pero al final conseguí encontrar algo de comunicación en la Red Desc, fundada hace más de diez años. Era un conjunto de organizaciones de todo el mundo que trabajaban por los derechos económicos, sociales y culturales. Decidieron unirse para formar una red e intercambiar estrategias y solidaridad. Tuvo un germen en Bangkok en 2003. Se crearon los primeros estatutos y el primer consejo. Llevamos 10 años funcionando. Ponemos en común a organizaciones de 70 países distintos, con un total de 270 miembros. Desde el secretariado en Nueva York ponemos en contacto a estas organizaciones. Si uno de los miembros en Filipinas tiene un problema porque están extorsionando a defensores de derechos humanos o a sindicalistas que trabajan en las fábricas de Toyota, nosotros difundimos su estrategia porque a lo mejor en Nigeria, en Sudáfrica o en Perú están teniendo los mismos problemas.

Si en México las comunidades están teniendo problemas por la construcción de un acueducto y sabemos que Shell en Nigeria está construyendo una petrolera y la comunidad local organiza una estrategia de protestas, nosotros los ponemos en contacto para poner en común una estrategia.

Estamos divididos en distintos grupos de trabajo. El de litigio-estratégico reúne todas las sentencias que favorecen los derechos humanos y los compartimos para crear jurisprudencia. Hemos creado una base de datos que cualquier miembro puede consultar. El grupo de empresas y derechos humanos se encarga del cabildeo o lobbying para sacar adelante una resolución para la creación de un grupo de trabajo que legisle la relación entre multinacionales y derechos humanos. En Odisha, India, la multinacional coreana Posco lleva cinco años intentando construir una fábrica de acero con graves impactos medioambientales. Hasta ahora no han podido hacerlo por la incidencia y presión mediática que se ha organizado desde las comunidades locales.

Cuando entré en noviembre del año pasado, la página web no estaba actualizada, apenas utilizaban redes sociales, los informes de actividades a los donantes no fluían todo lo que podían. Mi trabajo consiste en actualizar la web, preparar materiales, informes y memorias de actividades, videos y comunicaciones en varios idiomas; coordino los eventos de los grupos de trabajo para que tengan repercusión en prensa. También asesoramos a las comunidades para que tengan unas herramientas básicas de comunicación.

¿Qué diferencias percibes entre las organizaciones sociales en España y en Estados Unidos?
Los miembros están en todo el mundo. Aquí estamos al lado de Naciones Unidas, por eso estamos en Nueva York. Además, influye la cantidad de dinero que se mueve aquí por la cultura del “donante” que hay en Estados Unidos. En esta oficina sólo hay dos estadounidenses, uno de ellos mi jefe.

La primera diferencia es el grado de profesionalidad. Aquí una organización se considera una empresa. El tema de la financiación privada es prioritario, con potentes equipos de captación de fondos. Todo es fundraising. Yo corro la maratón de Nueva York porque me comprometo a recaudar fondos. La gente dona dinero. Todo el mundo se financia de una forma profesional y asume que, si lo invitan a un evento de fundraising, va a aportar fondos. Como todo tiene defectos, pero la recaudación es profesional y eficaz.

¿Cómo acabaste en Nueva York?
Llevaba cinco años trabajando en la Comisión Europea en España, que fue una gran experiencia de comunicación política. Pero consideré que había terminado un ciclo y estuve planificando mi viaje a África. Quise hacer un viaje sostenible y responsable que planifiqué durante dos meses, con la menor huella ecológica posible. Recorrí 11 países: Sudáfrica, Namibia, Botswana, Zambia, Zimbabwe, Mozambique, Malawi, Tanzania, Uganda, Kenia y Lesotho. En Mozambique hice voluntariado durante un mes con la Fundación Khanimambo, de España, la del video “Déjate ayudar”.

Al séptimo mes de viaje me encontré con una barrera geográfica y psicológica. El siguiente país al que tenía que ir era Sudán del Sur, que estaba en conflicto con el Norte. La alternativa era Egipto, pero había una guerra civil. Finalmente  tomé la decisión de viajar de Kenia a Estados Unidos.

Conseguí mi “visa de periodista”. Aparte de la comunicación de Red-Desc soy corresponsal de la agencia alemana DPA; trabajaba para un medio de Nicaragua, otro de Perú y estoy buscando nuevas colaboraciones con medios que no pueden permitirse un corresponsal.

¿Cómo conociste Solidarios? ¿Qué te ha aportado tu experiencia de voluntariado?
Estudié en la Universidad Complutense; el profesor José Carlos García Fajardo fue mi profesor. Conocía de la existencia de Solidarios pero no me había atrevido a dar el paso de hacerme voluntario. Vivía en aquella época en la calle Eloy Gonzalo, que forma parte de la ruta de Quevedo del programa de personas sin hogar. Había visto a un grupo de personas que estaba con las personas sin hogar. Les pregunté de qué organización eran y llamé a Jesús Sandín (responsable del programa). Me hizo la entrevista y comencé como voluntario en septiembre de 2008, durante cuatro años. La experiencia fue increíble por la satisfacción de ser voluntario en algo que considero que es de lo más duro de la sociedad, sobre todo cuando conoces el proceso que lleva a las personas a esa situación. En el contacto con esas personas te das cuenta de que cualquiera puede acabar en esa situación.

Cuando empecé en Solidarios quería cualquier ruta menos la de Quevedo porque vivía ahí. No quería encontrarme todos los días a las personas a las que veía en el voluntariado. Pero ocurrió lo contrario; desarrollé con ellas una relación muy estrecha.  Hay momentos duros, como cuando te enterabas de personas a las que habías visto la semana anterior ya no estaban porque habían muerto. Eso une a las personas.

Con la organización muy bien. Si bien es cierto que ir a Cantarranas en época de invierno no es lo más apetecible, es donde la gente hace piña, donde conoces a personas que hacen distintas rutas e intercambias ideas.

Voluntario-Sergio-Rozalen-PSH

 

¿El contacto con esta realidad ha influido en lo que has terminado haciendo?
Claro. A no ser que seas muy hipócrita es imposible quitarse la careta. Es difícil sentarte una noche con estas personas y luego acabar trabajando para el marketing de una multinacional.

El sueño americano se caracteriza en que cualquiera puede hacerse millonario. Todo mundo sigue ese sueño, pero la mayoría se queda en el camino.

¿Qué tan implicada está la sociedad de Nueva York con el sinhogarismo?
Es un problema muy grave, pero es la parte visible de un problema más profundo de la sociedad en Estados Unidos. El porcentaje oficial de personas que viven bajo el umbral de la pobreza es del 30%, aunque en realidad casi alcanza el 50%. El sueño americano se caracteriza en que cualquiera puede hacerse millonario. Todo mundo sigue ese sueño, pero la mayoría se queda en el camino. La pobreza se perpetúa de generación en generación pero “no importa” porque creen que en algún momento saldrán de esa pobreza. Esto genera el problema del sinhogarismo. Hay muchos planes del gobierno nacional y del ayuntamiento pero está muy politizado y se utiliza para beneficio electoral.

En cuanto a voluntariado, en la conciencia “americana” es importante “hacer algo”, “estar en una ONG”, participar de alguna manera. Hay personas que son voluntarias de una organización por el agua en el mundo. Da igual poner sellos o pintar las paredes… El caso es que eres voluntario. Me pasó cuando quise hacer voluntariado con las personas sin hogar. Todo era muy asistencial: repartir mantas, dar comidas… No había trabajo de transformación, de incidencia. Y al final sólo perpetuamos el problema. Por eso lo dejé. Todo está muy profesionalizado y muy enfocado a los fondos.

¿Recuerdas por qué estudiaste periodismo?
Me acostaba los domingos escuchando programas deportivos. La radio tenía cierta magia, como el periodismo en general. Pensé que podía ser una buena alternativa para las personas de letras puras a las que el sistema universitario no te dejaba más opciones que derecho, historia, filosofía. Quería una carrera más práctica que teórica y por eso elegí ese camino. Irónicamente no ejercí realmente de periodista hasta que vine a Nueva York.

Carlos Miguélez Monroy
Periodista, responsable de comunicación de Solidarios para el Desarrollo

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