5 de abril de 2014

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metamorfosis

Progreso y barbarie se unen en la civilización como mitades opuestas de un mismo rostro. La humanidad, más que nunca, padece un severo complejo de Jeckyll y Hyde, creadora de bondad y dispensadora de maldad, atormentada y depresiva en un mundo rico y harto, desesperada en un mundo empobrecido sin soluciones y recelosa en un mundo con pretensiones de un desarrollo emergente tan débil como lleno de espejismos.

Rebelión en la Granja, aquel fabuloso cuento de Orwell, acaba con una sentencia aguda: “(…) una docena de voces se alzaban furiosas, y todas se parecían. Las criaturas afuera cambiaban la mirada del cerdo al hombre y del hombre al cerdo, y otra vez al hombre: imposible decir quién era quién”. La metamorfosis de cerdo a hombre y de hombre a cerdo ha sido una constante cultural.

Y parece que así andamos, dando tumbos, como cerdos confundidos, como seres acomplejados, neuróticos, conscientes de haber diseñado una sociedad para hacer el bien, pero acosados por un mal que nos persigue. No logramos desprendernos de conflictos globales como las guerras, de un salvajismo extremo, o de la injusticia en el reparto de los bienes. Pero tampoco dejamos atrás los conflictos locales de nuestros vecinos, de nuestros familiares o incluso los nuestros. Hemos conseguido un complejo sistema diplomático que nos permite hablar y negociar sobre la guerra, pero cada poco nos visita un destino de fuego que arrasa con la esperanza y con la vida de millones de hombres y mujeres. En países como el nuestro hemos logrado un bienestar como nunca antes, vamos al colegio, tenemos hospital, electricidad y agua corriente, pero hay que defenderlo cada día porque es un merengue que se desmorona con las ráfagas de viento.

Solidarios nació en el estiércol de la crisis social e individual de muchas personas heridas por la injusticia y la soledad. Por encima de territorios o sistemas, conocimos a los pobres a nuestro lado, en situaciones cotidianas, en una realidad cultural cercana o idéntica a la nuestra. Supimos hace más de veinticinco años del dolor de los enfermos en los hospitales, o del silencio de las personas mayores solas en sus casas, asistimos a la crueldad de vivir en la calle, y a la condena diaria de los drogodependientes. Y a la incomprensión hacia los pacientes de salud mental o hacia los presos. Y a la necesidad de cariño de los menores abriéndose camino en una vida hostil. Y al SIDA, y a la discapacidad y a tantas cosas.

Sabemos que, en medio de las situaciones difíciles, la vida se abre camino y con algo de colaboración es habitual la alegría. El voluntariado, representado por personas corrientes con valores de uso cotidiano, puede animar, divertir, consolar y ayudar a normalizar ambientes que desde la lejanía se perciben como pequeños infiernos. Esa ha sido nuestra vocación: humanizar, hacer normal lo raro, compartir momentos y así acercar vidas y circunstancias. A veces también a fuerza de gritar, dar voz a los excluidos, exigir y denunciar para poder ejercer una imprescindible capacidad transformadora.

Hemos renovado nuestro compromiso de solidaridad. Hemos firmado de nuevo el contrato con los proyectos que con tanto cuidado hemos ido poniendo en pie. La dificultad de la crisis de ahora nos ha puesto a prueba, pero el valor nos ha acompañado y hemos sido capaces de cumplir con nuestra pequeña obligación de gente de bien. Afortunadamente, nada nos ha hecho pensar que nuestro trabajo sea extraordinario, a veces son tan débiles los resultados, que ni envanecernos podemos.

En los últimos meses hemos logrado cumplir con nuestros objetivos y, en ocasiones, llegar más allá de lo previsto. Hemos abierto nuevas actividades, hemos renovado otras y hemos reforzado algunos proyectos. Las cuentas nos han cuadrado de nuevo y hemos podido quitar deuda y estar en puertas del saneamiento económico. No ha sido un mal año para nosotros como organización, cosa que nos ha ayudado bastante a poder cumplir responsablemente con nuestro trabajo.

Queremos expresar nuestra gratitud a todas las personas que componéis Solidarios, que apoyáis mediante el voluntariado o la ayuda económica los proyectos. Seguid ayudando a buscar nuevas adhesiones, cualquier ayuda es poca. Somos una especie de gran familia que necesita seguir unida y adelante, depende de cada uno de sus miembros.

Cristóbal Sánchez Blesa

Presidente de Solidarios para el Desarrollo

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