2 de octubre de 2014

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Existen iniciativas para ahorrar en libros de texto y evitar el despilfarro. Se trata de ponerlas en común y de informarse. O de inventar nuevas.

 

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Durante ciertos meses del año, los contenedores de reciclaje de papel se llenan de libros de texto en buen estado. Incluso los cubos de basura. Todos los años se repite esta dolorosa imagen de despilfarro. Distintas ONG reciben correos y llamadas de personas que preguntan si aceptan donaciones de libros de texto en buen estado. Matemáticas, química, física, historia, lengua… asignaturas que no cambian tanto. Pero muchas veces cambian los planes de estudio o los materiales de apoyo sin tener en cuenta el esfuerzo que para muchas familias supone costearse los libros.

Las familias con un poder adquisitivo cada vez menor por el aumento de los precios y el estancamiento de los sueldos encuentran dificultades para pagar los libros y el material escolar de sus hijos durante el comienzo del curso académico. El regreso a clases en España puede llegar a costar hasta 1.500 dólares en una escuela privada y más de 700 en uno público, según la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes (FUCI).

Además de por los cambios en los temarios y los planes de estudio, también se desperdician libros aprovechables ante la escasez de sistema que recojan lo aprovechable y lo distribuya entre las personas que los necesitan.

El gobierno del País Vasco, en el norte de España, puso en marcha y gestiona un programa de gestión de libros de texto del que se pueden beneficiar los alumnos que cursen Educación Primaria y el primer ciclo de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en escuelas públicas. El gobierno paga los libros y se los facilitan a las familias, que tienen que devolverlos en buenas condiciones al finalizar el curso.

Además de este tipo de iniciativas públicas, han surgido otras de ciudadanos que se organizan para hacerse con los libros con un menor presupuesto. La iniciativa Bookint, permite que, por cada libro entregado, a la familia le corresponde otro de su elección. Esta plataforma funciona con colegios que se adhieren a ella de forma que los padres puedan acceder al portal de Internet y buscar los materiales en función de su necesidad. El sistema aún está en fase de implantación, pero a largo plazo puede sentar las bases para plataformas que integren a todos los colegios públicos. Tendrá que haber una coordinación para los docentes que diseñan los planes de estudio con su correspondiente bibliografía.

Existen otros sistemas que no requieren la incorporación de los colegios para su funcionamiento, como es el caso de Donaz. Cuenta ya con casi 1.000 usuarios, que se registran, introduce los libros que ya no van a utilizar y solicitan los libros que necesitan. La propia plataforma gestiona los envíos. El usuario paga los gastos de ese envío. Las familias pueden llegar a ahorrarse el 70% del total de los libros, según Alejandro Sarmiento, el responsable de la plataforma.

Mientras se desarrollan estas iniciativas tan necesarias para las familias, las tecnologías abren la esperanza para un cambio de modelo que permite compartir los saberes de las distintas asignaturas con un sistema abierto de contenidos. En España se conoce como Recursos Educativos Abiertos. El Centro Nacional de Desarrollo Curricular en Sistemas no Propietarios (CeDeC) desarrolla estos recursos en formato digital a los que puede acceder toda la comunidad educativa de manera gratuita.

“No queremos hacer libros, porque ese concepto va a quedar en desuso”, dice Antonio Monje, director del CeDeC.

Por mucho que los profesores siguieran antes un manual o un libro de texto, siempre han incorporado otros materiales de apoyo. Esto ocurre con mayor frecuencia ahora que tienen cada vez más materiales al alcance en Internet. Un sistema de recursos abiertos permitirá incorporar nuevos materiales de forma constante y desechar aquellos que queden obsoletos. La incorporación de estos recursos será gradual y podrá aplicarse sobre todo en cursos escolares más avanzados en los que tanto docentes como estudiantes sepan manejar las tecnologías.

Mientras el resto se adapta, se pueden implantar sistemas de “fianzas”: los padres pagan una cantidad que les será devuelta cuando entreguen los libros en buen estado. Iniciativas para ahorrar y evitar el despilfarro hay. Se trata de ponerlas en común y de informarse. O de inventar nuevas.

Carlos Miguélez Monroy
Periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias
Twitter: @cmiguelez

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