29 de julio de 2021

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Mª José Gandasegui es la ganadora del concurso con este texto. Nuestro objetivo es acercarnos a la realidad penitenciaria, ver lo que sabemos o desconocemos de las cárceles y reflexionar sobre estos espacios donde las personas sufren exclusión y la sociedad desoye sus opiniones. Gracias a quienes habéis conocido y participado en redes sociales de esta iniciativa.

LOS MUROS DE LA CONCIENCIA

Al adentrarte en una prisión, te filtras a través de una realidad paralela a la vida. Estás en la exclusión de los excluidos, y los sentidos trasforman las percepciones en moléculas disfrazadas de lo onírico. Los controles se suceden pautadamente -¿son personas o son androides los que los realizan?-. Hay muros que simulan canchas deportivas, hay jardines que perecen cuidados por la reina de corazones, hay taquillas, y puertas, puertas correderas, pitidos de puertas, rechinar metálico de puertas.

Después, el espacio se cierra sin horizontes: pasillos inabarcables que terminan en muros deslucidos que a su vez dan lugar a más pasillos. Frío envuelto en escalofrío. En las paredes de los corredores, pequeñas aberturas que permiten ver retales de un cielo tan desvaído como las paredes mismas. Aquí la enfermería, allí el comedor. Y módulo uno, módulo dos, más módulos. Sus entradas son como inmensas fauces que dan acceso a grutas oscuras que ocultan lo siniestro, lo que no está en lo admisible ni en lo real. Lejos, el retumbar de los patios envueltos en la falta de sonidos: sin el rumor del viento, sin la voz del agua.

Y mientras el olor, extraño olor, como expandido con un aerosol que penetra por las fisuras de los cuerpos, por las hendiduras de las paredes hasta impregnar este no lugar que es una prisión. No se puede reconocer, pues nunca antes se ha tenido acceso a él. Después ya no podrás alejarlo de las sensaciones porque termina envolviendo el aire que inhalas y que exhalas. Está compuesto de culpa, de miedo, de soledad, de locura, de dolor, de lo que exudan los cuerpos afligidos, truncados, agredidos y agresivos. Un olor que envuelve la búsqueda de aquello que no se sabe que es lo se está buscando -¿la amistad, la compañía, la caricia del abrigo?-

En la noche, mientras se otea la oscuridad, la ficción de que se es libre forma parte del infinito, se persiguen los días y las sombras que engendra en la mente un nuevo yo.

Los muros de la prisión encierran la conciencia de los que allí habitan.

 

Mª José Gandasegui

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