17 de junio de 2014
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“Hay algo peor que la enfermedad”, dice Demetrio ante las cámaras de televisión que han ido a grabar para un reportaje sobre el abandono de personas mayores. Tras un silencio, termina la frase: “la soledad”.
Las horas de este señor, de casi ochenta años, transcurren en una pequeña casa llena de fotos y de recuerdos, donde a veces recibe visitas de una sobrina o de un sobrino-nieto. Otras veces consigue que alguien lo lleve a un centro de mayores. Ahí se encuentra a algunos mayores en mejor estado físico. Pero hay muchos con altos grados de dependencia y una soledad que se impone a la realidad exterior, por muy llena de gente que esté. El contacto con trabajadoras sociales, enfermeros y médicos da algo de vida, pero se apaga en cuanto vuelve la soledad.
Además, dos personas voluntarias le hacen una visita. Dos horitas, dos veces por semana que aprovecha para jugar a las cartas, para charlar, para reírse un poco de la vida. Ese rato ilusiona, da un poco de sentido. Pero los voluntarios vuelven a sus casas y Demetrio vuelve a quedarse aislado del mundo. La chispa de su mirada y su sonrisa se apagan. Viene la tristeza. Se deprime. No hay “soledad sonora” cuando es impuesta.
Nunca tuvo hijos ni se casó. Pero la falta de compañía también se da en mayores que enviudan. A veces hay hijos y nietos. Pero la vida “moderna” complica las relaciones humanas, los espacios de encuentro. Aunque haya visitas y comidas compartidas de vez en cuando, el tiempo en soledad parece dilatarse. Las noches se hacen eternas cuando cuesta conciliar el sueño.
Demetrio se sincera aunque muchos medios de comunicación se empecinen en mostrar la vejez como una “edad dorada” llena de tiempo y de oportunidades para hacer todo aquello que uno no pudo hacer en la época “productiva”. Pero con un tanque de oxígeno, con grandes limitaciones de movilidad y pocas relaciones sociales, esos anhelos están más lejos que cuando el trabajo, las responsabilidades y la poca conciencia sobre la vejez que va ganando terreno habían convertido la falta de tiempo en el principal obstáculo.
Sus bromas, sus carcajadas y el buen rollo que tiene con la voluntaria que acude el día de la grabación chocan con la confesión que hace cuando le preguntan ante la cámara qué es lo que más ilusión le hace: “todas las noches, cuando me voy a la cama, tengo la esperanza de no despertar al día siguiente”. Claro que le gustaría que ocurriera sin dolor, de forma que ni siquiera se pudiera dar cuenta. Contrario a la cobardía que mucha gente asocia con quitarse la vida, Demetrio sostiene que se necesita mucho valor para precipitar ese momento. Y él no lo tiene.
No se sabe si los jefes “comprarán” el reportaje para los informativos, pues muestra las sombras además de la luz. Demetrio habla, se ríe, bromea y tiene una gran complicidad con Teresa, la voluntaria, pero sin esconder su desesperación, la insoportable espera. Muchos informativos tienen por costumbre mostrar las desgracias cuando ya ocurrieron: la persona mayor que llevaba muerta dos semanas y a la que nadie echó de menos hasta que un vecino, alertado por el olor o por el ruido incesante del televisor, llamó a la policía. O se van al otro extremo: los publirreportajes buenistas que tranquilizan la conciencia del espectador porque los voluntarios son presentados como “héroes” salvadores. Se trata en realidad de gente común que canaliza sus diversas motivaciones para arañar unas horas de su semana y comprometerse con causas que consideran justas. La realidad que supuestamente resuelven es en realidad más compleja.
La periodista lleva semanas visitando centros de mayores, geriátricos, hospitales y ha hablado con expertos. Investigar sobre formas visibles o veladas de maltrato le han llevado al tema del abandono y de la soledad. Esto le ha llevado a plantearse la falta de relaciones entre vecinos, la necesidad de cambios en los recursos públicos destinados a los mayores y los daños que sufre el tejido social de nuestro entorno. En esto consiste el auténtico periodismo: hacer preguntas como las que su reportaje plantea por medio de historias como la de Demetrio. Con luces y sombras.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista y coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
ccs@solidarios.org.es
Twitter: @cmiguelez
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