22 de octubre de 2014
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Es posible comprometerse y arañar unas horas para servir a los más necesitados, aquí “a la vuelta de la esquina”, y despertar un movimiento en favor de lo más noble del ser humano: su capacidad de justicia y de solidaridad.
El voluntariado surgió en los sesenta como un fenómeno sociológico, una exigencia contra toda forma de discriminación por causa de raza, sexo, creencias, cultura, situación económica, edad o ideas políticas.
Es preciso denunciar conductas discriminatorias donde se encuentren y tomar conciencia de prejuicios inconscientes entre los miembros de la asociación donde se trabaja como voluntario.
Es posible comprometerse y arañar unas horas para servir a los más necesitados, aquí “a la vuelta de la esquina”, y despertar un movimiento en favor de lo más noble del ser humano: su capacidad de justicia y de solidaridad.
Más que protagonistas de la acción social, las ONG actúan como cooperadores en esta tarea que nos compete a todos. Ni cabe un Estado providencia, con pretensiones de regularlo todo, ni es imaginable una sociedad utópica al margen de las instituciones públicas con grupos de presión que trastornen el orden social.
Existen asociaciones que desarrollan proyectos sostenidos por voluntarios que trabajan con los más necesitados: ancianos, niños, enfermos terminales, inmigrantes, presos, drogodependientes, discapacitados y los marginados por la sociedad. Los mueve una solidaridad que trabaja en busca de la justicia y de la concordia, con plena gratuidad, sin buscar nada a cambio. No se puede imponer ningún modelo de desarrollo o concepción de vida alguna que pueda desarraigar a las personas y a los pueblos de sus tradiciones y de sus señas de identidad.
Las asociaciones humanitarias no pueden ser sucedáneas para paliar las injusticias que es preciso subsanar en sus estructuras. Los voluntarios tienen que reconocer cuanto de bueno y de justo se ha hecho en los campos de la beneficencia, de la solidaridad, de la justicia y de la caridad por movimientos que han sembrado la historia de ejemplos admirables.
El voluntariado tampoco puede ser una “moda” para suplir la falta de convocatoria desde otras instancias, políticas o religiosas, ni para encubrir errores, injusticias y la explotación de los pueblos empobrecidos del Sur por los intereses del Norte.
Aún nos encontramos en los albores del voluntariado, aunque haya miles de organizaciones y de voluntarios sociales. Faltan las mejores.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
Twitter: @GarciafajardoJC
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