25 de abril de 2023
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El Aula de Cultura de Solidarios llena el viernes de farolillos el Centro Penitenciario Sevilla I con un concierto de Pájaro, en formato de Andrés Herrera con su guitarra y voz, y Raúl Fernández a la guitarra.
Con el apoyo del proyecto +PoeMAS y financiado por UNED 50º
Una vez más, buscando la música como evasión para los internos, Pájaro actuó en el salón de actos del CP Sevilla I, coincidiendo con el sexto aniversario de su anterior visita a la cárcel. Así nos describe, Clara Marías, voluntaria de Solidarios y profesora de la Universidad de Sevilla, cómo fue el vuelo de Pájaro el viernes 21 de abril sobre la cárcel de Sevilla.
Siempre bajo el espíritu de Johnny Cash en la Folsom Prison, lograron que el rock and roll, el swing, el blues o el spaghetti western despertara los ánimos. Salieron al escenario con la intención de “dar un poco de alegría” y “lograr que salieran un poco de su realidad”, y recalcaba Andrés Herrera que estaba allí para compartir la tarde con los internos, ya que conoce la dura realidad de la calle, desde su mismo barrio, Parque Alcosa, que lleva a muchos a acabar en prisión.
Comenzaron con la maravillosa versión de “Las criaturas”, musicalización que hizo Silvio de versos del poeta renacentista san Juan de la Cruz, y siguieron con otra de “El pudridero”, compuesta por Miguel Ángel Iglesias, y que Andrés dedicó a “todos aquellos privados de libertad” (“porque aquí no hay delincuentes, sino gente sin oportunidades”), y especialmente a un vecino “de la misma carne y sangre de barrio”, con el que se reencontró antes de comenzar la actuación en el salón de actos. En esta canción se narra la vida de un interno (“pasé noches enteras/ en galerías de una cárcel/ rodeada de nieve…”, “el viento helado era la vida/ que se colaba en silencio”, “hogares anhelados”), por lo que tanto la letra como la dedicatoria conectaron claramente con los internos, levantando aplausos y logrando la compañía de las palmas.
A continuación, y aunque prometió que “no todo van a ser canciones protestantes del rollito taleguero, también tocaremos algunas más graciosas”, enlazaron con “Lágrimas de plata” sobre “la hija de puta de droga que nos pone a todos en el talego”, que también resonó en el público con versos como “he visto llorar a un hombre de espanto/después de caer de cara en el fango”. Con el rock de aires western de “Danza del fuego” encadenada con el clásico de la música surf “Misirlou” de Dick Dale (célebre por abrir Pulp Fiction de Tarantino), el salón de actos cada vez estaba más animado, entre el duelo de guitarras y comentarios y bromas chispeantes del sevillano, se creó un ambiente de complicidad y sonrisas. Siguieron con versiones de Silvio, como la bailonga “Tri Tristeza”; el swing mariano de “La Pura Concepción” que Andrés dedicó a las voluntarias “mujeres que nos han traído”, y “Rezaré”, contrafactum del clásico de los fifties “Stand by me” de Ben E. King. De Sevilla viajamos a México (y de lo espiritual a lo marginal) con una versión del célebre corrido “Juan Charrasqueado”, que narra la historia de un ranchero “borracho, parrandero y jugador”, al que una bala atraviesa el corazón, dejando un huérfano.
Si tanto las historias de personajes marginales o en la cárcel, como las canciones más líricas de inspiración religiosa habían logrado conectar con los internos, el final del concierto, con una combativa versión de “A galopar”, musicalización que Paco Ibáñez hizo del poema “Canción del jinete” de Alberti y que sirvió como himno antifranquista y antifascista, les levantó como buen “himno a la libertad”. Andrés y Raúl estaban tan entregados al público que no interrumpieron la marcha de combate ni con la rotura de una cuerda de la guitarra, entre palmas y jaleo y silbidos de emoción.
Con esta misma emoción recorrió Pájaro los pasillos en dirección a la salida, “salgo con un pellizquito”, tras haber estrechado la mano de buena parte del público, y haber recibido como regalo un maravilloso retrato que uno de los asistentes había bosquejado durante el concierto, con la impactante dedicatoria: “para una gran persona que, a pesar del sistema, ayuda a que otras personas lleven su vida con alegría, a pesar de todas las adversidades e injusticias que nos rodean. Gracias por mejorar el mundo”.
Este es el poder de las canciones. Y es que, como reflexionaba Pájaro antes de comenzar, “lo bueno de la libertad es que puedes cerrar los ojos mientras escuchas la música, e imaginar que estás donde deseas”.
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