3 de diciembre de 2014

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«¿Somos pocos, somos muchos? El día que nos contemos perderemos la batalla por falta de confianza en nuestra fuerza».

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Hallamos a menudo la bondad más extrema entre personas corrientes. Como dice Joaquín García Roca, referente español en materia de voluntariado, hay una espiritualidad que subyace bajo la acción voluntaria. Hay una bondad natural que alimenta la acción y el pensamiento. Una búsqueda del espíritu de la persona, que da sentido a sus acciones, sentido personal, pero también colectivo y social.

He oído a políticos hablar de un nuevo contrato social. Desde el voluntariado quiero contribuir a darle forma a esta idea que viene del infinito platónico, y más allá. Un nuevo contrato social es inviable si no recuperamos la inocencia, la misma de siempre, aunque sea con cicatrices, la inocencia que trae el perdón y la reconciliación y la confianza. Somos más que capaces de recuperar la confianza de unos en otros, incluso más allá del engaño y de la trampa infantil. Somos hermanos, nuestros genes son casi idénticos porque procedemos de un mismo tronco, somos una sola raza, tenemos habla, sabemos acoger, tenemos buenos ejemplos de hombres y mujeres que nos han enseñado el camino.

Claro que hay odio, y soledad, desconfianza, incluso corrupción que está de moda. Percibo que la corrupción gallinácea de corto vuelo ha caído en desdicha, pero aquella felina de dientes de sable, esa capaz de crear o destruir justicia y ley, esa viste de Prada. Habla un voluntario: No somos tontos ni ñoños, conocemos el lado oscuro mejor que nadie.

Es una época complicada, no por la maldad ni por la bondad, sino por el ruido, por el lío, por la confusión como antes nunca. Ante el maremágnum comprendo de corazón al agorafóbico. Pero aún más, comprendo al estudiante que un viernes a la caída del sol queda con un grupo de amigos, una de Cuenca, otro simpático, el de allá esquizofrénico y la de acá bipolar, algún autista, y algún informático… a pasar todos un buen rato. Esa sí es una buena confusión voluntaria.

El sábado por la mañana visitamos la cárcel un grupo de voluntarios que coordinamos un Aula de Cultura. No acabamos con el delito, no limpiamos de vilezas el país. Jóvenes con cara de sueño, padres o madres que dejamos descansar un rato a la familia, mayores que dan ejemplo sin querer, esos somos los voluntarios. ¿Somos pocos, somos muchos? El día que nos contemos perderemos la batalla por falta de confianza en nuestra fuerza.

Creo que Dios, como el Dr. Frankenstein, en el mismo momento que encontró el principio de vida y con él animó a su criatura, cayó en la cuenta de haber creado un monstruo y huyó, o tal vez se diluyó en el germen de vida transferida de generación en generación. De ahí que seamos dioses, como dijera San Pablo, y de ahí que dios se muestre tan esquivo a unas miradas y tan presente para tantas otras. Sabe que no puede sentirse orgulloso de gran parte de su humanidad, pero no puede renunciar a ella. A los agnósticos nos interesa mucho todo lo que dios puede decirnos. Esa monstruosa humanidad, estudiada al microscopio o mirada por el telescopio, tanto da, nos reconcilia con nosotros mismos.

Hermanos, somos pocos y el enemigo es fuerte, pero Dios no está en la fuerza sino en la Verdad. Con estas palabras se dirigía Alejandro Nevsky en el siglo XIII a los suyos antes de acometer a los suecos invasores y sin escrúpulos (todos tenemos un pasado, hasta los suecos). Estoy casi seguro que un día existió un dios que se diluyó en el torrente de vida de la primera célula, y continuó contagiando vida y más vida hasta hoy. Felicidades a todas las personas voluntarias en su Día Internacional, y que la fuerza de la verdad esté con vosotros, solidarios y solidarias.

Cristóbal Sánchez Blesa
Voluntario y Presidente de Solidarios para el Desarrollo

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