7 de octubre de 2014

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Paola Trevisan estudió como Erasmus en Madrid, pero apenas queda rastro del acento español que aprendió durante esos meses. Ahora sesea y habla con el acento colombiano de Apartadó, donde se encuentra su oficina en el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Durante ese tiempo fue voluntaria del programa de personas sin hogar.

Habla español, francés, inglés y chino, además de su italiano materno. Ha vivido en Colombia, en China, en Bélgica, en Italia y en España.

¿De dónde viene tu vocación internacional y “multicultural”?
Yo lo ubico en el momento en que iba a la secundaria. Desde los 15 años tuve aspiración de conocer el mundo. En especial creo que fueron importantes unos talleres con un profesor de filosofía con una organización en Italia sobre temas de desarrollo e interculturalidad. Eso me marcó bastante. A partir de ahí busqué el camino para poder ir a trabajar por el mundo. Incluso quise estudiar medicina, a la que asociaba con Médicos sin fronteras. Siempre tuve curiosidad por los idiomas y otras culturas. Tuve la oportunidad de abrirme al mundo. Pero mi madre dice también que siempre fui sociable con todo tipo de gente.

¿Qué significan para ti las fronteras?
Existen como término pero son una categoría inventada por el ser humano para poner límites. Tenemos siempre la posibilidad de ir más allá, los límites geográficos se pueden superar. El ser humano tiene grandes posibilidades. Conocer otra cultura no es sólo ir a otros sitios, sino conocer mejor, cambiar la mirada dentro de la realidad en la que estoy viviendo.

¿Cómo se relaciona esto con tu trabajo actual?
Aunque trabajo más con el tema de desplazados y el tema de “refugio” con ACNUR. Aquí se conoce, a través de la experiencia de distintas personas, cómo esas fronteras creadas por el hombre limita el movimiento de las personas. Por otro lado ocurre lo contrario. Me impresiona mucho ver gente de Tíbet, de Bangladesh y de Butan que llegan a Colombia en un viaje que para muchos resultaría inconcebible. Esto demuestra que las fronteras son permeables. Frontera significa sufrimiento, aspirar a otra vida, una vida mejor, peligros, experiencias al límite, y fracaso de un sueño para las personas que no lo logran y son enviadas de regreso a su país de origen y a la vida que intentaban cambiar.

¿Cómo viven ese fracaso?
No conozco de cerca ese fracaso. Imagino que debe ser muy duro. Las personas que cruzan fronteras invierten muchos recursos, muchos deseos. No sólo de ellos mismos, sino de todo un entorno social y cultural al que habían prometido un futuro mejor.

¿Cuál es el panorama actual de de los refugiados? ¿Qué falla en el mundo para que las personas tengan que dejar todo y huir?
Antes se trataba de dos temas distintos: refugiados y migrantes. De hecho hay dos organizaciones internacionales de Naciones Unidas. Refugiado se asociaba a convenciones internacionales a persecución y a situaciones de guerra. Pero en el mundo actual los conflictos son más permeables, más internos. Aumentan las situaciones en que migrantes y personas que pueden ser refugiadas se mezclan. Las fronteras se están cerrando. Incluso los países que eran receptores de refugiados tienen sus propios problemas. Habría que retomar un análisis para determinar lo que significa ser refugiado y qué significa ser migrante. Algunos migrantes escapan de situaciones que quizá no constituyan “amenazas directas de muerte” pero que ameriten un estatus de refugiado.

 

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Has sido voluntaria en distintas organizaciones. ¿Qué te ha aportado el voluntariado social?
Para mí ha sido fundamental a nivel humano e incluso profesional. Lo recomiendo a cualquier joven que está buscando su camino en la vida. A nivel personal brinda mucho por la gente que uno se encuentra o por los compañeros de voluntariado. Y a nivel profesional. Primero porque es una elección. Nadie está obligado a hacerlo. Hay una motivación. Esto hace que la persona interiorice mejor lo que aprende. El voluntariado me ha brindado herramientas que aún utilizo en el trabajo.

El voluntariado fue una forma de conocer también a personas españolas, madrileñas que me ayudaran a ponerme mejor en contexto.

¿Qué voluntariado hiciste en Solidarios?
Tengo recuerdos excelentes de mi voluntariado en el programa de personas sin hogar. Estaba de Erasmus, que se asocia con parranda, fiesta. Un amigo me habló del programa y de la organización… El voluntariado fue una forma de conocer también a personas españolas, madrileñas que me ayudaran a ponerme mejor en contexto.
Me llamó la atención conocer gente que trabajaba por la mañana pero que tenía que dormir en la calle porque el sueldo no le alcanzaba. Tenía el imaginario típico de pobreza y calle. Yo me di cuenta de que, joder, mañana podría ser yo. Al mismo tiempo, me he dado cuenta del mundo que es la calle de que las personas, obligadas o no a vivir en la calle, crean sus propias redes sociales. A veces son mucho más receptivas que las redes sociales habituales. La gente era ella misma, sin representar ningún papel.

¿Crees que las organizaciones de voluntariado aportan soluciones a los problemas globales?
Definitivamente. Siempre he trabajado en el contexto humanitario y de derechos humanos. He conocido el trabajo de muchas organizaciones que trabajan con voluntariado y es fundamental el trabajo que hacen. Sin esas organizaciones, no se darían ayudas que no dan otras organizaciones formales que no llegan. Por otro lado, una organización de voluntariado sirve para empoderar a las personas. Brindan “ayuda” hacia afuera y hacia adentro por el tejido organizativo que crean.

Cuéntanos tu experiencia en campañas de incidencia.
Lo que se llama lobbying se asocia a veces a algo negativo, oscuro, subterráneo. Pero es una realidad. Y sirve. Es una forma de influir en decisiones que se toman a nivel representativo. La incidencia es fundamental. El cambio en una palabra, en una ley o en una comunicación tiene implicaciones importantes en el terreno. Incluso sirve para que las personas que trabajan en esos sectores tomen conciencia de realidades que existen y que se les escapa.
Las campañas de Amnistía Internacional, por ejemplo, sirven para sensibilizar a las personas sobre temas y para influir en las decisiones a nivel gubernamental.

Es fundamental dedicar recursos a la sensibilización para que la gente entienda el trabajo que se está haciendo y tenga un impacto en el contexto social, para que genere un cambio.

¿Las organizaciones más pequeñas deben dedicar esfuerzos a esta labor?
Depende de su objetivo. Si el objetivo es asistencial, como dar comida gratis, no. Si el objetivo va más allá, si se buscan cambios estructurales y políticas, sí, pues hay que trabajar con las autoridades y las personas que toman decisiones políticas. Es fundamental dedicar recursos a la sensibilización para que la gente entienda el trabajo que se está haciendo y tenga un impacto en el contexto social, para que genere un cambio.

¿Qué planes de futuro tienes?
Fue un gran año desde el punto de vista profesional. A nivel personal fue más difícil. Había venido a Bogotá, donde estaba mi novio. Pero luego me cambié de ciudad. Ahora se viene para acá. A mí me queda un año aquí en Apartadó, por mi trabajo de ACNUR. A partir de ahí veremos.

Carlos Miguélez Monroy
Periodista, responsable de comunicación de Solidarios para el Desarrollo
Twitter: @cmiguelez

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