2 de febrero de 2015

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Este tipo de voluntariado tan «de tú a tú» y donde se trabaja para cubrir una necesidad tan vital como ser tratado como persona, ser escuchado y respetado, hace que valores cosas que pasan desapercibidas.

Entrevistamos a María del Carmen Montero Gutiérrez, voluntaria de las aulas de cultura en el Centro Penitenciario Sevilla I.

Hola, Carmen. Cuéntanos un poco de ti.

Nací en un barrio obrero de Jerez de la Frontera, donde he vivido toda mi vida hasta que, a principios de 2013, me vine a vivir a Sevilla por temas laborales.

A los 17 años me vine a realizar mis estudios a Sevilla, los cuales compaginaba con el trabajo. Durante esos años, tuve la suerte de vivir en la casa de una señora mayor de la que pude aprender muchísimas cosas y que marcó mi vida. Ella fue una historiadora española especialista en Historia de América y Filipinas, iniciadora de los estudios filipinistas en España, una de las profesoras pioneras en la universidad española y marquesa de Spínola, Doña Lourdes Díaz-Trechuelo López-Spínola.

Desde que terminé mis estudios me he dedicado al sector turístico, con mejores y peores rachas, como todo el mundo. Tanto por trabajo como por ocio, me he movido por gran parte de la geografía española (Huesca, Zaragoza, Navarra, Madrid, Málaga, Córdoba, Huelva…). Además de conocer los rinconcitos de España, otros de mis hobbies son leer, hacer senderismo y los deportes de contacto, soy cinturón negro de Shui Shin Ryu y practico boxeo.

Cuéntanos cómo es un día de voluntariado con Solidarios

Quedamos a las 16.00 con la persona invitada y nos dirigimos a la prisión. Al llegar allí pasamos los dos primeros controles de seguridad y entramos al pabellón de cumplimiento. Andamos por el pasillo principal y a nuestras espaldas se van cerrando las rejas, una tras otra, hasta llegar al aula. Una vez que nos situamos, vamos módulo por módulo llamando a los internos, que nos saludan con una gran sonrisa y mucho entusiasmo.

El aula de cultura comienza a las 17.00 y termina sobre las 19.00. Durante esas dos horas, tanto ellos como nosotros nos olvidamos de que nos rodean muros y rejas; aquello deja de ser una cárcel para convertirse en una tarde agradable, con risas e intercambios de impresiones. Al terminar tocan las despedidas con humor, con el deseo de que volvamos a la siguiente semana.

Mientras salimos de allí, por la mente van pasando lo que nos han contado esa tarde: sus buenas y malas noticias, sus preocupaciones y aspiraciones… Y te das cuenta, que dejas tras esas rejas cientos de vidas que funcionan como la tuya.

Cuéntanos una anécdota que consideres representativa del voluntariado que haces

La prisión es un lugar lleno de historias personales, de vidas truncadas y de formas diferentes de interpretar la vida. Como anécdotas podría contar muchas, pero una de las más recientes y por el significado que tiene, creo que es digna de contar:

Una de las tardes, un interno de unos 50 años me dijo: “Cuando salga, no tendré ni con quien quedar para tomar un café”.

Tenía su trabajo y recorría muchos países, hasta que terminó cayendo en la drogodependencia y, después, en la delincuencia. Esto hizo que su entorno se alejara de él y solamente su familia se quedara.

Hoy por hoy, no consume y tiene muchas motivaciones; es una persona muy educada, agradecida, trabajadora y generosa. Solo espero que logre reinsertarse en la sociedad como él ansía y que no se encuentre con otros muros, como el de los prejuicios.

¿Cuánto tiempo llevas como voluntaria? ¿Cómo y cuándo conociste Solidarios?

Como voluntaria en Solidarios llevo un año y dos meses. Conocí a Solidarios gracias a Rocío, la delegada de Solidarios en Sevilla. Ella vino a la Plataforma Andaluza del Voluntariado Sevilla para contar el tipo de voluntariado que se hacía en la ONG y tanto su forma de contarlo, como lo que decía, me convencieron.

¿Qué valor añadido consideras que Solidarios aporta respecto a otras organizaciones?

El voluntariado en Solidarios es muy diferente a otros. Aquí, damos nuestro tiempo y quienes lo reciben te lo agradecen y valoran como jamás lo había visto. Este tipo de voluntariado, tan de tú a tú, y donde se trabaja para cubrir una necesidad tan vital para el ser humano como es el ser tratado como persona, ser escuchado y respetado, hace que valores cosas que con el día a día pasan desapercibidas y que tomes las complejidades de la vida con más sosiego.

Háblanos del blog del aula de Cultura. ¿Qué te llevó a crearlo?

El blog del aula surge tras una convicción colectiva de que había que contar lo que en ese tiempo/espacio sucedía. Además de esto, es una herramienta para que la sociedad sea más consciente y partícipe de la reinserción de las personas privadas de libertad.

¿Por qué haces voluntariado? ¿Han cambiado tus motivaciones con el tiempo?

Cuando me quedé desempleada, decidí que tenía que invertir mi tiempo en algo y me propuse hacer voluntariado. Hoy lo compagino con el trabajo porque se me hace raro dejar el voluntariado, ya forma parte de mí y es una necesidad.

Mis motivaciones han cambiado. Empecé en el voluntariado de cárcel para acercarme y aprender de ese mundo, pues me preparo para opositar a funcionaria de prisiones. Quería tener ese trato cercano, conocer el otro lado y así no olvidarme nunca del trato humano. Hoy por hoy, hago voluntariado porque sé que es una responsabilidad social, porque mi labor hace que otros se sientan mejor y porque yo me siento mejor conmigo misma sabiendo que aporto a la sociedad mi granito de arena.

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